Se cuenta
que San Agustín, intentando comprender el misterio de la Santísima Trinidad,
caminaba un día por la playa cuando fue testigo de un hecho que le llamó la
atención. Un niño había cavado un hoyo en la arena, e intentaba llenarlo con el
agua del mar. San Agustín preguntó al niño qué pretendía hacer, y el pequeño le
explicó que quería trasladar toda el agua del océano al hoyo. El santo quiso
explicarle al niño que era imposible lo que estaba haciendo, pero no tardó
aquél en responderle que aún más imposible era para el hombre comprender el
misterio de la Santísima Trinidad.
Es una experiencia muy común, incluso para
personas con mucho recorrido intelectual y espiritual, que la fe produzca una
serie de interrogantes. Es natural, tanto en el ámbito de la religión como en
muchos otros asuntos, que las personas se cuestionen y se pregunten acerca de
la realidad que los rodea. Muchas de las cosas que sabemos, muchos inventos y
adelantos tecnológicos que hoy conocemos, tuvieron en su origen una
interrogante que impulsò a determinadas personas a buscar una respuesta.
El hombre es un buscador de verdad y la
actitud de indagar, de investigar, que nos caracteriza no desaparece cuando se
trata de temas de fe, sino todo lo contrario, las preguntas brotan con toda naturalidad.
Sin embargo aquí hay que considerar algo muy importante: la fe es meta-racional.
¿Qué significa esto? Quiere decir que la fe está más allá de la razón. Esto no
significa que la fe sea irracional, es decir contraria a la razón. Lo que
significa es que el misterio de Dios supera ampliamente la capacidad del hombre
de comprenderlo en su totalidad. Esa fue, precisamente, la lección que aprendió
San Agustín en su encuentro con el niño.
Hoy se cuestiona y critica mucho a quienes se
apoyan en la fe que enseña la Iglesia.
Estas personas suelen recibir mucha presión de su entorno social, laboral, y en
algunos casos incluso en el mismo entorno familiar.
En estos casos las críticas e interrogantes no
brotan tanto de un deseo sincero de comprender y creer sino de una serie de
ideas y prejuicios que cierran el corazón a la fe.